La muerte fetal es mucho más común de lo que la gente podría pensar. Se estima que unos 2,6 millones de bebés en el mundo mueren cada año antes de nacer (7,600 cada día).
En el 2019 en Costa Rica se registraron 344 defunciones fetales. No obstante, por tabúes culturales, estigmas e ideas equivocadas, no se visibiliza el dolor que embarga a quienes lo sufren en silencio.
“La pérdida de un nonato representa para los padres una inmensa pena, un duelo cargado con una profunda tristeza, depresión, ansiedad y otros síntomas psicológicos que pueden aflorar y durar un tiempo muy prolongado”, comentó la Dra. Magaly Bonilla Soto, docente de Psicología de la Universidad Fidélitas.
«Para nadie es un secreto que, cuando los padres se percatan de la nueva vida que viene en camino, aflora en ellos sentimientos ligados a la imagen fantaseada del futuro bebé. Se establece un vínculo emocional entre los padres y el nonato desde mucho tiempo antes de nacer. El bebé por tanto, no es sólo una extensión biológica de los padres, sino que también lo es a nivel psicológico», explicó la Dra. Bonilla Soto.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, “las defunciones perinatales normalmente incluyen las defunciones de fetos de 28 semanas o más de gestación (también conocidos como mortinato u óbito fetal) y defunciones de nacidos vivos dentro de los primeros 7 días de vida”.
Las causas más comunes de las muertes fetales que ocurren durante el parto son falta de oxígeno, las obstrucciones provocadas por la placenta y otras complicaciones relacionadas con el parto.
Sobre el duelo
“El abordaje del duelo debe contemplar no sólo a la pareja, sino también al personal de salud que interviene a la madre: enfermeros y gineco obstetra, dado que ellos son la primera fila de atención del evento. Una intervención oportuna con un especialista en psicología tendría un gran valor preventivo de patologías posteriores, aseveró la Dra. Magaly Bonilla.
“Para transitar el duelo perinatal, es necesario comprender que se trata de la pérdida de una relación más simbólica, que real, basada en las necesidades y deseos de los padres. El vínculo que se establece con el nonato es muy estrecho, por lo que el duelo tiende a ser intenso y complejo, sobre todo, en aquellos casos en los que la pareja no logra construir un espacio para vivirlo”, agregó la docente de Psicología de Fidélitas.
Proceso de duelo
Para ayudar a los padres a iniciar un sano proceso de duelo, pero sobre todo a la madre, para quien la experiencia suele ser demoledora, exacerbada por la sensación de vacío físico que deja el bebé en su cuerpo, es recomendable que puedan:
- Ver, tocar, besar y acariciar al bebé.
- Ponerle un nombre
- Si los padres así desean, tomar una foto
- Desde el marco de su fe, elevar una oración por el bebé
- Despedirse del mismo: decirle adiós, cantarle, hablarle, hacerle un funeral
- Hacerle la promesa de no olvidarle nunca
Según Knapp (1986) a partir de esta dolorosa experiencia, los padres pueden experimentar algunos cambios como la revitalización a partir de sus creencias religiosas, buscarle un sentido a la pérdida, llevar a cabo un replanteamiento de sus valores en la vida cotidiana, dar mayor importancia a los pequeños detalles e incluso experimentar mayor tolerancia y mejor comprensión del sufrimiento ajeno.
La madre
- Arrastra la sombra del duelo durante la mayor parte de sus vida, descrita como una forma de duelo crónico o un dolor sombrío subyacente a los sentimientos de la persona, pues no puede dejar de recordar la pérdida sin sentir algún tipo de emoción.
Algunas barreras de la recuperación
- Muchas veces las madres no pueden tener contacto el bebé fallecido, pues en la mayoría de los casos los hospitales se hacen cargo del cuerpo, al considerarlo un feto y no un bebé.
- La ausencia de soporte emocional inmediato entorpece la primera tarea del duelo
- El extenso repertorio de frases de falso consuelo por parte los allegados impiden a la madre sentir el dolor real por su pérdida, pues le solicitan sobrepasar su duelo con entereza y valor.
- Los cambios físicos y hormonales del post parto experimentados por la madre le imponen un proceso de adaptación a la pérdida, mismo que es diferente al del padre y al resto de familiares, que no tuvieron ningún tipo contacto con el menor y eso impide que el debido proceso de duelo inicie.
Perder un hijo implica, entre otras cosas, la mayor pérdida personal que un ser humano pueda vivir.
emilio.chavarria@revistamqe.com