En estos días de pandemia he tenido la oportunidad de ver tres veces “El último baile” serie sobre los Bulls de Michael Jordan, rescato del documental algunos elementos que a mi juicio hacen la diferencia entre ser bueno y ser un ganador.
Sin duda alguna el talento natural de Jordan le daba ventaja sobre muchos jugadores, aunque no era el más alto, ni el más fuerte en un mundo de gigantes. Sin embargo, a pesar de ser la estrella siempre entrenaba más duro que los demás y se exigía a si mismo tanto como le exigía a sus compañeros de equipo.
El rol de líder empieza por predicar con el ejemplo, por encontrar la motivación personal en cualquier detalle que le llene de adrenalina para entregarse más que su rival, para no dar un balón por perdido y luchar cada punto como si fuera el último y que de ello dependiera la vida.
Además del talento y entrenamiento físico, Jordan estudiaba a fondo a su rival, sin menospreciar a ninguno, no importa el lugar que ocupara en la tabla y sobretodo, la cereza en el pastel, siempre fue su hambre de triunfo, querer ganar todos los partidos y todos los títulos, luchando hasta el último segundo, sin perder la concentración en ningún momento a pesar de las provocaciones, golpes y ataques del rival dentro y fuera de la cancha. Su fortaleza mental era su arma letal.
En el tenis tenemos algunos ejemplos interesantes de lo puede lograr el jugador que además de talento encuentra la actitud correcta y la fortaleza mental óptima, ese intangible que hace a un buen atleta convertirse en un triunfador.
Novak Djokovic por mucho tiempo fue tercero del mundo, detrás de Federer y Nadal, hasta que encontró ese disparador que lo catapultó al primer lugar y a ser leyenda. Andy Murray que en la misma época era cuarto del mundo y siempre fue una gran promesa, nunca logró dar ese paso.
Los ganadores tienen un algo extra, una actitud diferente, una temperatura superior en su sangre, un liderazgo sobresaliente, una agresividad bien dirigida, una identidad que se mantiene en el camerino sin importar la generación de turno, un espíritu de lucha inclaudicable, gran capacidad de recibir golpes y sobreponerse de inmediato, mente fría y serena para mantener la concentración y el ojo puesto en el objetivo final, que es siempre ganar.
Los grandes equipos como Real Madrid, Barcelona, Juventus o Bayern mantienen vivos los logros del pasado y a sus estrellas incorporadas en la estructura de la organización. Tienen Juntas Directivas que conocen de futbol, Gerentes deportivos respetados y reconocidos, en muchos casos ex deportistas que siguieron su formación académica después del retiro y entrenadores con currículos comprobados como ganadores.
Además en sus plantillas hay siempre una mezcla de experiencia, talento, entrega, capacidad física, serenidad, cerebro y juventud que hacen la mezcla perfecta para que las estrellas consagradas sigan brillando y transmitiendo el ADN del equipo a los que van llegando.
Acompañados de gregarios guerreros de dientes apretados que hacen el trabajo sucio y jóvenes talentosos de sus ligas menores y otras procedencias, que van adquiriendo la identidad del equipo y el amor por la camiseta, mientras demuestran si son o no merecedores de formar parte de esa institución. No todos los talentos jóvenes tienen lo que se ocupa para ser parte de un equipo grande.
También destacan en estos clubes sus preparadores físicos y sus coaches psicológicos, cada vez es más claro que al talento hay que añadirle condiciones atléticas sobresalientes y una fortaleza mental y motivación emocional extraordinaria. Ningún equipo o atleta será un ganador si no se ve como tal desde antes de empezar el juego.
Los grandes triunfadores generalmente tienen grandes entrenadores, Phil Jackson para Michael Jordan, Estefan Edbergh para Roger Federer, André Agassi para Djokovic, Guardiola para el Barcelona, Sir Alex Ferguson para el Manchester United, lo que confirma que aún los mejores jugadores y equipos tienen oportunidades de mejora y quien mejor para guiarlos que aquellos que han pasado por ahí con anterioridad y demostraron que tienen capacidad de transmitir sus conocimientos, compartir nuevas estrategias y motivar el espíritu de un triunfador.
No bastan inversionistas millonarios, ni expertos especialistas en marketing para crear un equipo ganador. Nada vende más camisetas que ser campeón. No basta con tener gente buena en todos los departamentos para construir un equipo triunfador. Hay que lograr que todas esas áreas tengan una buena química entre sí, compartan una identidad ganadora y puedan generar un “momentun” incontenible.
No basta con ser bueno para ser un ganador, hay que conjuntar talento, capacidad física extraordinaria, espíritu indomable, climax emocional y ponerlos a trabajar en una misma dirección.
Los ganadores ven el deporte como su pasión, no como su trabajo.
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